jueves, 3 de mayo de 2007

domingo, 29 de abril de 2007

NO FUI A TRABAJAR.......

Después de la noche de amor, que había pasado con mi vecino, cuando me fui a dormir, creí que todo había terminado. ¡Qué iluso que fui! Pensé que estaba todo bajo control, que no quedaba rastros de mis andanzas de la noche anterior. Pero ¿Cómo había dejado mi bolso allí? ¿Cómo no lo había guardado, o desarmado para no dejar pistas?
Sheila lo encontró y se me vino la noche.
Al otro día, al despertar, la veo en el living con la tanga que había usado con Antonio, Se veía una aureola blanca de mi leche, que había provocado su verga al masajear mi próstata.
Ella sacaba la ropa del bolso sin entender que ocurría. Sus ojos se salían de la orbita, y una mueca tardía en su cara, me daban miedo.
- ¿Qué significa esto? ¿Qué hace esta ropa mía en tu bolso? Espero que tengas una buena explicación.
- No tengo una buena explicación, solo quiero decirte que te amo.
Mi voz temblaba nerviosa, en mi garganta, en cambio ella parecía muy tranquila, calma, como si estuviera saboreando la situación.
- Si no supiera que me amás, ya te hubiera matado. ¿Quién usó mi ropa? ¿Cuál es tu morbo?
- No es una cuestión de morbo. No sé por donde empezar.
- Empecé por el principio… - tomé aire, serví dos tazones de café, le ofrecí uno a ella y me dispuse a sincerarme.
- Hace unos meses, en enero, tuve una fantasía, algo inesperado, me pasó.
- Te calentaste con una persona y justo ahora se te dio la oportunidad de hacerlo realidad… Pero ¿Que tiene que ver eso con mi ropa?
- Si y no… ¿Me dejas que te cuente? No me corte, porque me cuesta mucho hablar de esto. – Ella asintió y yo seguí. – Como te decía, este verano, cuando te fuiste a Santa María, a ver a tu hija y a tus padres, yo quedé solo aquí, no tenía mucho que hacer y sobre todo el fin de semana. Una tarde de calor, me pequé una ducha y no lograba calmar el calor. Al salir del baño me fui al placard y en lugar de abrir mi cajón con mis calzones, abrí el tuyo. Pensé en lo mucho que te extrañaba. Me hizo gracia, al ver esas tanguitas chiquitinas que usas y jugando pensé que serían más frescas que mis calzoncillos. Saqué una al azar y me la probé. Era incómodo, sentir la tira que se perdía entre mis glúteos. Sin embargo el sentir la sensual tela de tu tanga, me excitó.
Me excitó tanto que me fui probando todas, una y cada una de tus bombachas y tangas.

Estuve todo el día con una puesta, hasta fui a trabajar con ella. Estaba todo el día al palo.
Cuando volviste eso se borró de mi mente y todo fue como era antes. Te amaba y no tenía otra cosa que me gustara más que estar con vos. No fue un sacrificio, fue algo natural. (Sheila seguía mi relato con atención y se mordía los labios para no interrumpirme con sus preguntas.)
En Marzo volviste a ir a tu pueblo y yo volví a probarme las tangas, las que menos usabas. Me depilé un poco para que los pelos no salieran para afuera. Si bien no me excitó tanto como la primera vez, me despertó un nuevo deseo. Me probé un corpiño que hacía juego con la bombacha.
La sensación de tener esas prendas puestas, tus ropas íntimas, me volvió a hacerme sentir en el cielo. Me pinté los labios, las uñas de los pies… De allí a vestirme de arriba a bajo con tu ropa fueron unos pocos minutos.
Estuve mil veces a punto de contártelo, te lo juro, pero no pude.
Aprendí a caminar con tus sandalias negras, con ese taquito tan fino y todo.
Lo más increíble me pasó ante tu último viaje, hace unas semanas atrás. Yo me vestí el jueves, cuando volví de llevarte a la estación, después de cenar, me puse un camisón tuyo y así dormí. Me levanté tan enloquecido, que llamé a la oficina y les dije que estaba enfermo. Tenía todo el día para estar vestida de mujer. Me puse tu jean acampanado, tus botas largas una remera, mía y el sobretodo, Compre lo necesario para no tener que salir hasta que vos llegaras para poder estar todo el tiempo vestido de mujer.
Así ordené la casa, cociné y fue allí que vi que un hombre en la ventana del edificio de enfrente. Nuestras miradas se cruzaron, unos segundos y luego volvió su mirada a la calle. Yo pensé que no pasaba nada y seguí mi vida. Me sentía algo raro y no era por mi vestimenta, ni porque me sentía observado, era algo incómodo, que no podía precisar. En eso, me levanto a buscar un cigarrillo y cuando vuelvo a sentarme, veo en la ventana de enfrente al tipo que me había estado mirando a la mañana. Me puse colorado y sentí un calor en todo el cuerpo. Esta vez el tipo no bajó la mirada y yo quedé paralizado. Sentí que me iba a desmayar. El vecino me sonrió y me cabeceó, como invitándome a bailar. Yo lo seguí mirando, si atinar a nada. Él me vuelve a mirar, me regala otra sonrisa y se aleja de la ventana. Me zambullí en el sillón a seguir mirando la televisión, sin dejar de observar de reojo, la ventana de mi vecino.
Habría pasado media hora y mi trago ya estaba terminado, cuando suena el timbre.
Bueno. El tipo se portó muy amable conmigo y se divirtió conmigo. Pasó lo que tenía que pasar y se fue. Vos volviste y todo terminó. Pero hace unos días, me esperó a que saliera solo y me pidió otra ronda de amor… Así lo llamó él. Me negué, le dije que te amo a vos y que lo que pasó, pasó y punto. Me pidió una despedida, una última vez y después de mucho insistir accedí.
Ayer cuando me fui, solo crucé la calle y me encontré con él. Solo usé la tanga y el corpiño, lo demás está sin tocar.
Ella se quedó callada, mirándome. Ese silencio fue una daga en mi pecho. No sabía como pedirle perdón, no sabía si dejaba que las lágrimas que tenía en mis ojos, debía brotar o si debía tragármela como culpable que era.
- Quiero creer que se cuidaron…
- Si, por supuesto.
- No lo puedo creer.
- Yo tampoco. – otro silencio se produjo y yo creí que era necesario romperlo de alguna forma. - Te amo y quiero que sepas que siempre te amaré. Hagas lo que hagas. Digas lo que digas… Tendrás razón.
Sentí ganas de abrazarla, de compartir mi miedo y su sorpresa. La abracé, pensando que ella me despreciaría, pero me dejó. La apreté, como para que sienta cuanto la amo.
Me pidió que salga de casa, por algunas horas y que luego vuelva, ya que debía pensar muy bien que es lo que haría.
Me vestí, rápidamente y salí de casa. Miré para un lado y para el otro, sin saber hacia donde ir. Cruce la calle y toqué el timbre de Antonio. Allí pasé las siguientes tres horas. La persiana seguía baja de la noche anterior así que no pude, ni quise ver lo que pasaba en mi casa.
Al verme, Antonio no necesitó preguntarme nada, se portó muy bien conmigo, me abrazó mucho, me escuchó y luego trató de tranquilizarme. Me hizo pegar un baño, ya que yo estaba como él me había dejado el día anterior. Me hizo poner la ropa que me había regalado, para ventilar la que me había llevado puesta. Junto a él me sentía su dama, Sole y junto a Sheila era su hombre, su esposo.
Si hubiera estado bien, lo hubiéramos hecho, pero ni él me lo propuso, ni yo estaba de humor, pese a mi ropa.
Al pasar tres horas, junté fuerzas, me cambié, Antonio me dio un beso y crucé la calle hasta llegar a casa.
Toqué el timbre para no entrar con mi llave, para que tuviera la posibilidad de no dejarme entrar, si ella creyera necesario.
- Pasa. – Me dijo. – No sé como voy a racionar, No sé si quiero que te vaya. Siéntate y hablemos…
- No te pido nada, lo que vos creas que está bien, yo lo haré. Si quieres que nos separemos o si quieres que sigamos juntos, yo lo acataré. No voy a hacerte ningún problema.
- ¿Cómo hiciste algo así? ¿Cómo no pudiste valorar lo que podías llegar a perder?
- No sé Sheila, todo se dio en una manera tan natural… y además cuando vos estabas, solo quería estar con vos, quiero estar con vos.

- ¿Cogieron?
- Mi amor…
- Contéstame a lo que te pregunto: ¿Cogieron?
- Si
- ¿Fuiste pasivo o activo?
- No hablemos de esto… los detalles solo nos hieren.
- ¿Fuiste pasivo o activo?
- Fui pasivo.
- ¿Quieres ser una mujer?
- No, quiero ser el de siempre… fue un desliz, algo inesperado, quizás un deseo oculto. Pero te juro, que ya pasó.
- ¿No te gustó?
- No te voy a contestar.
- Te gustó.
- No pasa no ahí. Lo que te quiero decir es que ya pasó y que quiero estar con vos, coger con vos, vivir con vos.
- No sé que va a pasar.
Seguimos con el tema un buen rato. La noche se acercaba y era tiempo de decidir el próximo paso, ya que deberíamos acostarnos, ahora o en tres horas pero era una cosa que tarde o temprano iba a pasar. Las posibilidades eran tres: Que durmiéramos juntos, improbable. Que me eche y tenga que buscar un lugar para dormir, muy posible. O que me vaya a dormir al sillón del living, a esta altura la deseada por mí. Tuve suerte y me quedé en el sillón del living…
Caminaba por la casa, como si fuera invisible, no quería hacer nada que pudiera molestarla… Ella ce encerró en nuestro cuarto y yo sentí, por primera vez un alivio… Miré por la ventana y Antonio, había levantado la persiana, pero no estaba allí mirando, es más parecía que había salido.
Me dormí como si me hubiera desmayado. El sol me despertó muy temprano. Preparé un desayuno bien completo, como para complacerla y que me vaya perdonando, Cuando sentí que iba al baño calenté el café y en una bandeja acomodé todo y se lo llevé.
Me pareció que el gesto le había gustado. Una vez que terminó el café… Puso una cara de pícara y con un tono irónico me dijo:
- ¿Vas a servirme como si vos fueras la sirvienta de la casa?
- Si eso es lo que te haría perdonarme. Si.
- No sé si eso haría que te perdone pero podría ayudar…
El comentario quedó flotando… luego levante el desayuno y ella se quedó descansando en la cama, era domingo y lo solíamos hacer. Desde lejos, me ordenó:
- Si vas a limpiar la casa ponte algo más cómodo, así no arruinas tu ropa.
Me estaba diciendo que limpie la casa de forma sutil. No tenía nada puesto que se pudiera arruinar, de hecho tenía puesto ropa que no se arruina, pero no era cosa de contrariarla. Así que entré al cuarto para buscar ropa más cómoda. Abrí, el placard y saqué un pantalón largo de deportes y una camiseta de las que uso para dormir…
- No mi cielo. - me dijo con voz de enojada. - Abrí el tercer cajón y ponte un short. El blanco puede ser. – y escuché su risita nerviosa.
- Pero este cajón es el tuyo.
- Quiero que trabajes cómoda. ¿Está mal?
Después de hacerme probar varias combinaciones me hizo vestir con la ropa que había seleccionado para tener el encuentro con Antonio, hasta sus sandalias de taco.
- Te queda muy bien.
Desde ese día, nada fue igual, yo dormía en el living, salvo que ella quisiera tener sexo conmigo y después me volvía a mandar al sillón. Nos separamos al año, sin escándalos, sin peleas, me fui sin nada, como cuando nací, sin nada.


Manu

NUESTRO ENCUENTRO

Te imagino como una violenta tormenta del desierto que cabalga sobre micuerpo descubierto, que transitas por la nevada urbe inalcanzable a dondeespero llegar para verte pasar.
Te reconoceré por tu belleza, por tus ojos brillantes y tu cabello tan valioso como el oro; todo lo he soñado, tu voz que canta y tu atractivo andar. El día de nuestro encuentro será como cualquier otro; ambos nos abriremos paso entre la gente que estorba y contamina la calle con su presencia.
El sitio no tiene nada de especial, ha de ser largo y obstinante como el tedio, decorado con una asfixiante cortina de smog. Edificios que crecen indetenibles como el cáncer, parecen amenazar desde lo más alto, sin lugar para la fauna y la flora. Y más tarde nosotros que somos una especie en extinción. Se fueron para siempre los pájaros que alegraban con su canto.
Casi queda un espacio para el sol, con su muestra de luz de lívido brillo, a punto de morir sepultado por las nubes provocadas por la industria salvaje que vomita un negro aliento de sus fauces. Inevitablemente estaremos en el final de nuestra juventud marchita, transcurrida sin goces, ni lujos.
Habremos naufragado en Londres, la ciudad asesina bajo la amargura de su eterno abandono. Estaremos preparados para la partida de muchas ilusiones y el desvanecimiento de muchas esperanzas. Lamentaremos la añoranza de imposibles afectos y de logros que llegaron demasiado tarde para nosotros.
Sin salida seremos parte del montón, otro par de robots manejados por un mundo hostil, con nuestra conciencia cerrada a la humanidad, nuestra más férrea enemiga. Nuestra mente ser? para todos impenetrable como una roca y para nosotros la cadena perpetua. Son las consecuencias del orgullo, maligna soledad habremos conseguido. Mis cabellos colgaran grises cual ceniza, producto de una vejez a la que nunca quise llegar.
Habremos llegado lejos en un mundo incierto. Los años habrán pasado sinamortiguar esta sensación amenazadora, la cual es tolerable sólo paraaquellos que tienen la virtud de soñar y escaparse del veneno mortal que esla vida. Es como una bomba de tiempo a punto de estallar.
La sensibilidad que del adverso mundo nos vuelca hacia al mundo de los sueños, se habrá fortalecido al alejarse el acoso de la melancolía de nuestro horizonte vespertino.
Finalmente, al encontrarte quedaremos unidos por la semejanza de nuestrodestino y el poder de nuestro amor. Renunciemos a Londres, la ciudad moderna que se atormenta y se pudre de avaricia. Y se iniciarán los recuerdos y lamentos que resucitarán como fantasmas buscando un tiempo que no volverá.
Nuestros huesos yacen refugiados en un saco de piel estéril incapaz de darvida a otro ser. Unidos en un mismo sueño huiremos del mundo antes de queeste nos convierta en esclavos. Escaparemos en un vuelo, porque nuestrasvidas finalizarán sin huellas, ni legados. Seremos despreciados por lapostre con la consigna: "vivieron como espantos sobre el Londres maldito".


Manu